
Consumo de alcohol en RD supera la media regional y afecta cada vez más a los jóvenes
SANTO DOMINGO- El alcohol es perjudicial para la salud. Es una realidad resaltada en la ley 42-01 de República Dominicana. Sin embargo, las personas no dejan de tomar en exceso y, aunque lo sepan, cada vez los índices de alcoholismo aumentan, sobre todo en la población joven.
¡Es preocupante! El simple hecho de consumir alcohol- sin ser alcohólico- se pone en riesgo la integridad de la salud porque «no hay una cantidad saludable de alcohol», afirmó la nutrióloga Erika Pérez Lara, en su columna de nutrición.
La razón la da el doctor José Coronado, Radioncólogo del Centro de Radioterapia Integral, quien indicó que «todas las bebidas alcohólicas están asociadas al cáncer; mientras más alcohol se consuma, mayor será el riesgo de tener cáncer». Especialmente: cáncer de boca, garganta, esófago, colon y recto, hígado y de mama».
Sin embargo, no son los únicos riesgos, pues sólo quien se ha iniciado en el alcohol puede padecer de alcoholismo, patologías mentales, actos de violencia y de transgresión de la ley.
Una droga legal y socialmente aceptada
Hace unas semanas el doctor Ramón Bataller, jefe de Hepatología del Clínic de Barcelona, disertó en Santo Domingo sobre «El alcoholismo como prisión invisible», en la que arrojó datos que llaman a reflexionar y que invitan a tomar medidas sobre el tema.
En República Dominicana, el consumo de alcohol supera el promedio latinoamericano, y su vínculo con accidentes, violencia y enfermedades crónicas es alarmante. Se estima que más del 60 % de los accidentes de tráfico están relacionados con el alcohol, y los casos de hepatopatía alcohólica están en aumento, especialmente entre hombres jóvenes.
Además, se está iniciando el consumo cada vez a edades más tempranas, especialmente en la población femenina que también padece estigmatización, por lo que puede hacer de manera más discreta, que el sexo opuesto.
«Aunque aún no lo vemos tanto en consultas, es una tendencia que se está consolidando», agrega.
El alcohol figura entre las sustancias más adictivas, junto con la heroína y el crack. Su accesibilidad, legitimación cultural y fuerte respaldo de la industria dificultan los esfuerzos por limitar su consumo.
En España, el 55 % de los menores ha bebido en el último mes. Y por cada menor que bebe, hay un adulto que lo ha hecho posible», denunció Bataller.
También aseguró que «contra el fumar ha habido mucha acción, contra el comer también, pero contra el beber… muy poco».
«El alcohol mata en silencio», insiste el especialista en Hepatología, aclarando que sus consecuencias más graves están la cirrosis hepática, cáncer y trastornos psiquiátricos. El hígado es el órgano más castigado, pero el daño va mucho más allá: «El alcohol no solo destruye físicamente, también afecta el juicio, la empatía, el autocontrol».
Estigma, negación y diagnóstico tardío
Uno de los grandes obstáculos para tratar el alcoholismo es el estigma. «Muchas mujeres con problemas de alcohol sufren más culpa que los hombres. Se les juzga más duramente. Pero esto no es una cuestión moral, es una enfermedad», enfatiza.
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En su experiencia clínica, Bataller relata casos de pacientes que pasan por múltiples médicos sin que nadie sospeche su adicción, incluso cuando los signos físicos son evidentes. «Muchos minimizan su consumo, otros directamente lo niegan. Es el famoso ´under-reporting´.»
Sin embargo, Bataller no promueve el extremismo. «Yo mismo disfruto de una copa de vino ocasionalmente. Lo que importa es el contexto, la moderación, el autocontrol», explica.
Reconoce que, para un adicto, el «cero patatero» muchas veces no es realista. En su práctica, ha logrado avances aplicando planes de reducción gradual: «Si alguien bebe 20 tragos a la semana, intentamos empezar por 18. Lo importante es que el paciente vea progreso».
Una mirada humana y compasiva
A pesar de su impacto, la inversión en investigación y tratamiento del alcoholismo es mínima. «Solo existe un ensayo clínico riguroso con baclofeno en pacientes con daño hepático», denuncia.
Frente a esto, menciona nuevas vías terapéuticas prometedoras, como el trasplante de microbiota fecal o el uso de medicamentos como las incretinas, que reducen el deseo de beber al influir en el sistema digestivo y cerebral.
Asimismo, hay que tener en cuenta que más allá de fármacos y ensayos clínicos, el doctor subraya la importancia de la empatía: «Los pacientes sienten si les importas. Y eso puede marcar la diferencia entre seguir bebiendo o comenzar a sanar».
La clave, dice, es combinar compasión con firmeza. «Hay que mirar a cada persona no como un caso perdido, sino como alguien que puede mejorar con ayuda, sin juicio, sin condena».
Lo mismo que cuando se trata de trasplantes, Bataller insta a los médicos a que actúen teniendo presente que «no se trata de quién se lo merece, sino de quién más se puede beneficiar del tratamiento».